jueves, 17 de marzo de 2016



EL JAZZ 

Genero Musical Nacido en el siglo XX en EEUU dentro del grupo étnico de los negros, cuya base rítmica proviene de África. (enciclopedia Áreas)

Tipo de música norteamericana, especialmente de baile en el que prevalecen la frecuencia de las síncopas y el rápido paso de un tono a otro (Enciclopedia Sopena)

Todas estas definiciones son válidas pero poco aclaratorias e imprecisas

En este sentido los críticos americanos Woody Woodward y Marshall Stearns dieron la siguiente definición de jazz: El jazz es una forma de música de arte que se originó en los Estados Unidos mediante la confrontación de la música europea con la de los negros procedentes de África. La instrumentación, melodía y armonía del jazz derivan principalmente de ls tradición musical de Occidente, mientras que el rimo, el fraseo, la producción del sonido y los elementos del blues se derivan de la música africana. El jazz difiere de la música europea en tres aspectos fundamentales, que le caracterizan:
  • Una relación especial con el tiempo, definida como swing (basado en alargar la primera de cada 2 corcheas, a modo de “atresillamiento”)
  • Una espontaneidad y vitalidad de la producción musical en que la la improvisación desempeña un importante papel.
  • Una sonoridad y manera de frasear que reflejan la individualidad de los músicos ejecutante


BENEFICIOS DE ESCUCHAR MÚSICA CLÁSICA

1. – No solo la música clásica, sino la música en general, imita las características tonales de la emoción de la voz y tiene la capacidad de provocar escalofríos o producir alegría, incluso en diferentes culturas. Por ejemplo, la música occidental causa emociones de excitación o alegría. Esto se debería a que la música imita las características tonales de la emoción de la voz, aprovechando nuestra capacidad de comunicación y nuestras asociaciones culturales de la misma forma. Por el contrario, la música clásica puede bajar la presión arterial, combatir el insomnio, puede mejorar el rendimiento, el razonamiento espacio- temporal y la memoria a corto plazo.
2. – La música influye en nuestro estado de ánimo y provoca una serie de sensaciones que afectan a todo el cerebro ayudando a reducir el dolor y la ansiedad.
3. – Se ha demostrado la influencia positiva de la música clásica en el tratamiento de algunas enfermedades. Pues existen varios desórdenes neurológicos que, si bien no tienen cura, utilizan la música como una forma de tratamiento: Alzheimer, enfermedad de Parkinson, síndrome de Tourette y diferentes formas de autismo.
Por ejemplo, según una investigación publicada en The Journal of Surgery Cardiothoraic, escuchar música clásica u ópera tras un trasplante de corazón puede significar la diferencia entre el éxito y el fracaso, ya que han encontrado que la música reduce la ansiedad, el dolor y las nauseas, incluso afirman que podría haber algún efecto sobre el sistema nervioso parasimpático (una parte del sistema nervioso cuya función es controlar cosas inconscientes de nuestro cuerpo, como la digestión).
4. – Escuchar música clásica podría combatir el insomnio. La Universidad de Toronto asegura que “los ritmos y patrones tonales de este tipo de música crean un estado de ánimo meditativo y unas ondas cerebrales lentas”, lo cual ayuda a dormirse más rápido. Esto se debería a los ritmos y patrones tonales de este tipo de música, que crean un estado de ánimo meditativo y unas ondas cerebrales lentas.
5. – Tocar un instrumento puede mejorar la capacidad de aprender idiomas. Según la Northwestern University de Illinois, las conexiones cerebrales que se producen cuando se toca un instrumento pueden ayudar en otras formas de comunicación como el habla, la lectura o la comprensión de otros idiomas.
6. – La música clásica reduce el estrés y podría ayudar a bajar la presión arterial. Según algunos estudios, escuchar música clásica suave un par de veces a la semana ayudaría a reducir sus niveles de estrés y ansiedad. Y si se reduce el estrés, esto a su vez afecta a la presión arterial, según las comparaciones realizadas en un estudio de la Universidad de San Diego entre música clásica y jazz, pop u otras. Quienes escuchaban música clásica tenían niveles más bajos de presión arterial.
7. – Escuchar música clásica, así como aprender a tocar un instrumento y lenguaje musical, podría mejorar el rendimiento para que las personas obtengan mejores resultados académicos y sufran menos fracaso escolar. Se ha demostrado la eficacia de la música a la hora de impregnar constancia, disciplina y rigor en los alumnos que la estudian.
Por ejemplo, a través del siguiente estudio llevado a cabo en EE.UU. también se demostró que quienes tenían algún tipo de educación musical tenían mejores notas en los exámenes de acceso a la Universidad. Quienes estudiaron música sacaron 61 puntos más que sus pares en pruebas verbales y 42 en las matemáticas, mientras que quienes tocaban instrumentos obtuvieron 53 y 39 puntos más respectivamente en ambas pruebas.
8. – La música ayuda a la superación de la dislexia. Está demostrado que estudiar lenguaje musical o tocar el piano mejoran notablemente la coordinación de las personas disléxicas. “Los investigadores sostienen […] que la práctica musical temprana beneficia (a los niños con dislexia) en el aprendizaje de la lectura”. María Celia Ruiz Bernal, Directora del Real Conservatorio Superior de Música”Victoria Eugenia” de Granada en el artículo “Dislexia y Musicoterapia”.
9. – Se denomina “efecto Mozart” a la serie de supuestos beneficios que produce el hecho de escuchar la música compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart, que supone que mejora de forma temporal el razonamiento espacio-temporal y la memoria a corto plazo.
No obstante, dicho efecto continúa siendo objeto de investigación y hay muchas opiniones que lo ponen en duda, como la del biólogo Nicholas Spitzer de la Universidad de California, que cuestionó la existencia del efecto Mozart a partir de sus interpretaciones de un estudio que dijo que no se mostraba ningún efecto en la actividad o capacidad cerebral por escuchar música de Mozart.
10. – La música ayuda a la integración, como demuestra este caso de una niña autista que se expresa a través de la música, o como esta iniciativa a favor de los enfermos de cáncer que enseñaba a través de la música a entender lo que sienten otras personas.
11. – La música aumenta nuestra resistencia física. Escuchar música mientras hacemos ejercicio mejora nuestro rendimiento un 15%, sobre todo rock y pop.
12. – Durante el embarazo, la música clásica estimula al feto. Aunque se duda sobre que el “efecto Mozart” sea del todo cierto, sí se ha comprobado que la música estimula al feto, lo cual es bueno para su desarrollo. Y no tiene que ser Mozart necesariamente.
13. – Estudiar música en la infancia mejora las funciones cerebrales de adulto. Un interesante estudio realizado en la Universidad de Northwestern, en Evanston, Illinois (EEUU), demostró que los individuos que habían estudiado música “tenían mejores respuestas cerebrales frente a sonidos complejos”; lo cual se traduce en “beneficios que van desde una mejor percepción auditiva, mayor función ejecutiva y un empleo más eficaz de herramientas comunicativas”.
14. – La música mejora mejora la capacidad de memoria, de atención y de concentración de los niños, y estimula el área derecha del cerebro, mejorando así la capacidad para realizar cualquier otra actividad artística, como la pintura, impulsando así el desarrollo integral del niño, al actuar sobre todas las áreas del desarrollo.
15. – La música clásica no hace milagros, pero a través de la práctica de un instrumento puede hacer más responsable y disciplinado a un niño que apenas muestra interés por sus obligaciones domésticas. Del mismo modo, actividades como cantar, bailar y estudiar un instrumento pueden mejorar notablemente sus capacidades motrices.
ALGUNAS COMPOSICIONES DE LA MÚSICA CLÁSICA

Johann Sebastian Bach


Antonio Vivaldi
 

Franza Schubert



Ludwing Van Beethoven



Wolfgang Amadeus Mozart

jueves, 10 de marzo de 2016

HISTORIA DE LA MÚSICA CLÁSICA


EL DESARROLLO DE LA MÚSICA: Los siglos XVII y XVIII fueron el periodo formativo de la música clásica y vieron nacer la opera y el oratorio, la sonata, el concierto y la sinfonía. Los italianos fueron los primeros en desarrollar estos géneros, pero les siguieron pronto los alemanes, austriacos e ingleses.

Como en los siglos anteriores, muchos músicos dependían de un mecenas: algún príncipe, algún eclesiástico bien provisto de fondos, o un aristócrata. Los numerosos príncipes, arzobispos y obispos cada uno con su propia corte, proporcionaron los patrocinios que hicieron de Italia y Alemania los adelantados musicales de Europa.


Muchas técnicas del estilo musical barroco, que dominaron Europa entre 1600 y 1750, fueron perfeccionadas por dos compositores, Bach y Haendel, quienes brillaron como genios musicales. Johann Sebastian Bach (1685-1750) venía de una familia de músicos; ocupó el puesto de organista y director musical en gran número de pequeñas cortes germanas, antes de convertirse en el maestro de capilla de la iglesia de Santo Tomás en Leipzig, en 1723. Allí compuso la Misa en si menor, la Pasión según San Mateo y las cantatas y motetes que fijaron su reputación corno uno de los más grandes compositores de todos los tiempos.

Como el arquitecto Balthasar Neumann, Bach podía transitar con facilidad de lo religioso a lo secular. De hecho, su música profana refleja un espíritu turbulento, su era un diálogo entre padre e hija sobre el deseo de ésta de beber el nuevo brebaje. Para Bach no representaba problema alguno añadir textos religiosos a la música secular que había compuesto en las cortes principescas para convertirla en música sacra, para él toda la música era un medio para adorar a Dios; se sus propias palabras, su tarea en la vida era hacer “música bien ordenada en honor de Dios”.

El otro gigante de la música de principios del siglo XVIII, G. Frederick Haendel (1685-1759) (foto derecha) , nació, como Bach, en Sajonia, Alemania, y en el mismo año. En contraste con la tranquila vida provincial de Bach, Haendel experimentó una agitada carrera internacional y fue profundamente secular por temperamento. Tras estudiar en Italia, donde comenzó su carrera escribiendo ópera la manera italiana, en 1712 se mudó a Inglaterra, donde dedica mayor parte de su vida a tratar de dirigir una compañía de ópera.

Aunque lo patrocinaba la corte real inglesa, Haendel compuso música para auditorios más amplios y no tenía inconveniente en escribir piezas colosales de sonido inusitado. Por ejemplo, se suponía que la banda para su Música para los reales fuegos de artificio debía acompañarse de ciento un cañones. Si bien escribió más de cuarenta óperas y mucha música secular, es irónico que el mundano Haendel probablemente sea conocido más por su música religiosa. Su ha Mesías ha sido llamado “una de esas extrañas obras que atraen de inmediato a cualquiera y que, sin embargo, es indiscutiblemente una obra maestra del más elevado orden”.

Aunque Bach y Haendel compusieron muchas suites instrumentales y conciertos, la música orquestal se situó en primer hasta la segunda mitad del siglo XVIII, al aparecer nuevos instrumentos, como el piano. Una nueva era musical, el periodo (1750-1830), surgió también, representada por dos grandiosos innovadores, Haydn y Mozart. Su renombre dio lugar a que el de Europa se trasladara de Italia y Alemania al Imperio Austríaco.

Joseph Haydn (1732-1809) pasó la mayor parte de su vida adulta trabajando como director musical para los acaudalados príncipes húngaros, los hermanos Esterhazy. Haydn fue un creador increíblemente prolífico; compuso ciento cuatro sinfonías, además de de cuerdas, conciertos, canciones, oratorios y misas. Sus visitas a Inglaterra en 1790 y 1794 lo introdujeron en otro mundo en músicos escribían conciertos para el público, más que para principescos. Esta “libertad’ como él la llamó, lo animó a escribir dos de sus más importantes oratorios, La creación y Las estaciones dedicados ambos a la gente común.

El concierto, la sinfonía y la ópera atestiguaron un clímax en las obras de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), niño prodigio que dió su primer concierto de clavicordio a los seis años de edad y escribió su primera ópera a los doce. También él buscó un mecenas, pero su descontento con con las desmedidas exigencias del arzobispo de Salzligaron lo obligaron a mudarse a Viena, donde, al no poder encontrar un protector permanente, hizo su vida miserable. Con todo, escribió música abundante y apasionadamente hasta su muerte a los treinta y cinco años,hundido en la pobreza y abrumado por las deudas.

Mozart llevó la tradición de la ópera cómica italiana a nuevas dimensiones con Las bodas de Fígaro, obra basada en una puesta en escena parisina en la década de 1780, en la que un criado supera en ingenio y encantos a sus señores nobles, y Don Juan, una “comedia negra” acerca de los estragos que este personaje hizo en la tierra antes de descender al infierno. Las bodas de Fígaro, La flauta mágica y Don Juan son tres de las más grandes óperas de todos los tiempos. Mozart componía con una mezcla de facilidad melódica, gracia, precisión y emoción que indiscutiblemente nadie ha superado. Haydn dijo al padre que «su hijo es el más grande compositor que yo haya conocido en persona o por reputación”.-

En el siglo XIX, Johannes Brahms fue el único compositor alemán contemporáneo de Wagner que tuvo jerarquía suficiente para ponerse más o menos a la misma altura. Wagner fue el revolucionario, el hombre del futuro. Brahms fue el clasicista que abordaba las formas abstractas, y en el curso de su vida nunca escribió una nota de música de programa, y mucho menos una ópera. Wagner ejercería enorme influencia sobre el futuro. Con Brahms, la sinfonía, en la forma que le confirieron Beethoven, Mendelssohn y Schumann, llegó a su fin.

A semejanza de Bach, Brahms resumió una época. A diferencia de Bach, contribuyó poco al desarrollo de la música, pese a que algunas de sus texturas y armonías encuentran un débil eco en Schoenberg. Incluso en tiempos de Brahms, los progresistas no tenían una elevada opinión de él. Mahler decía de Brahms que era “un maniquí con un corazón un tanto estrecho”.

Algunos impetuosos dominados por Wagner, como Hugo Wolf, se arrojaban gozosamente sobre cada nueva composición de Brahms, y se burlaban de ella. En una crítica de la Tercera Sinfonía para el Wiener Salonblatt, Wolf proclamó que “Brahms es el epígono de Schumann y Mendelssohn, y por lo tanto ejerce sobre la historia del arte casi tanta influencia como el finado Robert Volkmann un compositor académico otrora popular, y ahora olvidado], es decir, en la historia del arte tiene tan escasa importancia como Volkmann, o sea que no ejerce ninguna influencia… El hombre que ha compuesto tres sinfonías, y al parecer se propone continuar con seis más… es sólo una reliquia de los tiempos primitivos y no una parte esencial de la gran corriente del tiempo”.

Tres creadores de música ligera del siglo XIX han sobrevivido de un modo tan triunfal al tiempo y las modas que es legítimo llamarlos inmortales. El vals y la opereta vienesa de Johann Strauss (h), la ópera bufa de Jacques Offenbach y la opereta de sir Arthur Sullivan perduran entre nosotros, y son obras tan encantadoras, atrevidas y plenas de inventiva como lo fueron otrora. Meyerbeer prácticamente ha sido olvidado; Gounod perdura sobre todo a través de la ópera; y figuras otrora tan encumbradas como Goldrnark, Rubinstein, Heller y Raff no son más que nombres en los libros de historia. Pero el mundo continúa entreteniéndose e incluso encantándose con Strauss, Offenbach y Sullivan.

En primer lugar fue el vals. Se originó en el Landler, una danza austro-alemana de tres por cuatro. Entre 1770 y 1780 se asistió a la primera aparición del vals. Casi de inmediato se convirtió en el furor de Europa, y no sólo en Viena, pese a que esa ciudad fue su centro principal. Michael Kelly, el tenor irlandés que cantó en el estreno mundial de Las bodas de Fígaro, se refirió a este furor en 1826, cuando escribió sus memorias.

“Los habitantes de Viena”, observó, “en mis tiempos [la década de 1780] bailaban enloquecidos cuando se aproximaba el Carnaval, y la alegría comenzaba a manifestarse por doquier… La propensión de las damas vienesas a la danza y a la asistencia a los bailes de disfraces era tan firme, que no se permitía que nada interfiriese en el goce de su diversión favorita.” Para demostrar fehacientemente su afirmación, Kelly citaba una disposición adoptada por los vieneses.

Tan abrumador era ese furor, decía, que en beneficio “de las damas embarazadas, a quienes no podía persuadirse de que permanecieran en el hogar, se preparaban apartamentos con todas las comodidades necesarias para el parto, ante la posibilidad de que lamentablemente fuesen necesarias”. Kelly, que era buen conocedor, juzgaba atractivas a las damas vienesas, pero “por mi parte me parecía que valsar desde las diez de la noche hasta las siete de la mañana, en un torbellino permanente, era sumamente fatigoso para el ojo y el oído”.

Naturalmente, el vals se convirtió en artículo de uso corriente, y a lo largo del siglo XIX ni siquiera los más grandes compositores se mostraron tan orgullosos como para negarse a satisfacer la demanda. Habían existido precedentes, en la historia anterior de la música, incluso remontándose hasta los isabelinos, los compositores se aplicaban industriosamente a crear música de danza para el público que la recibía complacido.

Haydn y Mozart habían compuesto considerable cantidad de música de danza. Schubert compuso varios volúmenes de valses para atender la demanda creada por el nuevo furor. La Invitación a la danza, para piano solista (después Berlioz la orquestó) de Weber creó el vals de concierto. Chopin compuso valses idealizados, que no estaban destinados a la danza. Brahms aportó un conjunto para piano y dos conjuntos para cuarteto vocal. Dvorak compuso varios hermosos valses. El caballero de la rosa, de Richard Strauss, utiliza mucho el vals. Ravel compuso un gran vals para orquesta, y un conjunto para piano titulado Valses nobles y sentimentales. Debussy compuso varios valses. Incluso hay un vals en la sombría Wozzeck de Berg.

Poco después de la aparición del vals se suscitó un clamor que imputaba inmoralidad a este género. El primer gran exponente del vals luí Johann Strauss (padre), y las naciones puritanas supieron entonces a quién achacar la culpa.

Igor Stravinsky nació el 17 de junio de 1887 en San Petersburgo, y vivió para ser reconocido universalmente como el compositor más grande de su tiempo. Puede afirmarse que desde su iniciación estuvo en la cumbre. Después de los tres ballets rusos que compuso para Serge Diaghilev entre 1910 y 1913, en París, no hubo dudas acerca de su jerarquía.

El pájaro de fuego, estrenado el 25 de junio de 1910, fue el primero y el compositor de veintiocho años alcanzó la fama de la noche a la mañana, tal como había pronosticado Diaghilev la víspera del estreno.

La partitura era un brillante ejercicio de nacionalismo ruso, derivado de Rimsky-Korsakov en general y de una obra suya en particular, El gallo de oro. Pero era mucho más audaz y original que todas las obras de Rimsky, y todos comprendieron que había aparecido un compositor poco común.

El agudo oído de Debussy percibió la cualidad esencial de El pájaro de fuego. “No es una pieza perfecta, pero a causa de ciertos aspectos puede considerársela de todos modos, excelente, pues en ella la música no es la dócil servidora de la danza, y a veces uno descubre reunidas desusadas combinaciones de sonidos.”

El 13 de junio de 1911 fue estrenada Petruchka, que consolidó la posición de Stravinsky como la 5gura en ascenso de la música europea. A semejanza de El pájaro de fuego, Petruchka fue un ballet de tema ruso pero se desarrollaba con más confianza y dominio, y aportaba algunas ideas -especialmente su politonalidad– que habrían de influir sobre el curso de la música europea.
EL ORIGEN DE LA MÚSICA


ORIGEN DE LA MÚSICA  
 La música prehistórica es la música que se creaba y se tocaba en la prehistoria, es decir, en culturas anteriores a la invención de la escritura. En ocasiones se la denomina música primitiva, con un término que puede incluir la expresión musical de las culturas primitivas actuales. 
 El estudio de la música en la prehistoria está limitado por los escasos restos arqueológicos relevantes encontrados en yacimientos arqueológicos y tiene en la etnología musical o musicología comparada (la comparación de la música de pueblos primitivos actuales con la que pudieron realizar en las culturas prehistóricas) una de sus principales técnicas de estudio, junto con análisis cognitivos y de comportamiento, estudios anatómicos y del registro arqueológico.